Créditos: Escrito por Aurora Luna Walss , http://emocionartetaller.blogspot.com/2014/06/mandalas_26.html
Rosetón en Mandala de la Catedral de Notre Dame, París Francia
La palabra mandala proviene del sánscrito, y significa Círculo Sagrado. El mandala, al ser circular y carecer de aristas, se considera una forma perfecta, símbolo de totalidad, integración, unión, eternidad y renovación. La forma circular se asocia con la transformación constante, con el movimiento y con la vida y la trascendencia.
El centro del mandala es un eje estático y fijo que permite que los puntos que conforman la circunferencia puedan estar en continuo movimiento, lo cual confiere al mandala una gran estabilidad y vida en torno a un elemento seguro.
El Universo como un gran mandala
En su libro «El Poder del Centro», Rudolf Arnheim desarrolla un análisis profundo y completo de las características y virtudes de una composición cuyo centro pueda ser explícito o implícito e incluso interior o exterior a la misma forma. Habla del núcleo, los nodos, los ejes, la bi y tridimensionalidad, las relaciones entre las diferentes formas geométricas y el equilibrio y atribuye al centro un poder absoluto en cuanto a significado visual, cuando afirma «Mi trabajo descansa en el supuesto de que el portador de significado más potente es el impacto inmediato de la forma perceptual. Y es este impacto el que distingue al arte de otras clases de comunicación». Los mandalas han sido usados por grupos espirituales desde siempre ya que una forma primitiva de unión entre los primeros seres humanos sedentarios se realizaba alrededor del fuego. Los mandalas se diseñan no solamente como arte visual, sino que se recorren tanto caminando como sintiendo con las manos, los pies y el cuerpo entero.
Caminar un mandala, danzar alrededor del círculo, observar un mandala y concentrarse en su centro, o dibujar mandalas puede ayudar a ordenar la estructura psíquica y espiritual.
Realizar un mandala en cualquier técnica artística y de forma terapéutica, permite experimentar un viaje “hacia el centro”, nuestro propio centro, nuestra propia esencia.
De esta forma los caminos internos se iluminan y se descubren de una forma segura, pacífica, confiada, estable, liberando energía, emociones y pensamientos que pudieron estar oscuros u ocultos previamente.
Laberinto del Peregrino, Catedral de Chartres, Francia, S. XIII
La tradición budista ha utilizado los mandalas desde tiempos ancestrales, haciendo de ellos iconos espirituales y tesoros artísticos de gran valor. Su significado, colorido y técnica empleada depende de la época y el grupo de quienes lo realizan, lo cual constituye todo un ritual.
De esta misma forma, en el Tíbet los monjes usan los mandalas con numerosos fines, desde la meditación, la visualización y contemplación, así como la decoración de templos y hogares y el acompañamiento en el proceso de cremación de los difuntos.
Los monjes tibetanos realizan mandalas con arena teñida en diferentes y variados colores, los cuales, una vez terminados son destruidos con el fin de recordar que la vida termina y todo vuelve a la naturaleza.
Mandala de arena realizado por monjes tibetanos
Esta tradición explica que la elaboración de un mandala simboliza la contemplación de uno mismo hacia el interior y la relación del ser con el infinito, en una conexión que trasciende el tiempo y el espacio. De esta forma la persona se ubica en el centro del mandala y se medita en él observando atentamente para comprender lo oculto en el interior y la grandeza y eternidad del exterior, conectando el centro propio, con el centro del Universo mismo.
Además de estas tradiciones, los mandalas han sido incluidos en la mayoría de las culturas y religiones, ya que resultan ornamentalmente hermosos, como los construidos en las catedrales góticas de Notre Dame, en París y Colonia, Alemania, entre muchas otras. Un grandioso ejemplo de mandala mexicano lo tenemos en La Piedra del Sol, conocida también como «Calendario Azteca», que recoge tanto la expresión artística y plástica, como la sabiduría cósmica de la cultura Mexica.
Piedra del Sol o Calendario Azteca. Cultura Mexica, S. XV
Hacer mandalas requiere solamente de voluntad, ya que pueden emplearse todos los materiales y técnicas que la imaginación permita. Se pueden elaborar mandalas dibujados y pintados, así como esculpidos en piedra como cantera o mármol, sin embargo también hay mandalas realizados en piedras preciosas y semi preciosas.
Hay mandalas naturales en las flores y muchas plantas, así como en conformaciones naturales acuíferas, pétreas, etc. Quizá de manera cotidiana hacemos mandalas cada vez que servimos nuestra comida en un plato y utilizamos los alimentos de forma armónica, combinando tanto nutrientes como colores para una sana y balanceada alimentación.
Hacer un mandala de manera consciente y terapéutica, constituye un ejercicio de meditación activa que permite realizar un proceso hacia el interior de la persona acomodando materiales psíquicos y espirituales. Observar y meditar en torno a un mandala ya creado y a su centro, es un excelente ejercicio de meditación pasiva, que enfoca la atención a los contenidos y conocimientos interiorizados desde edades muy tempranas e incluso guardados en el ser de manera inconsciente, como lo menciona Jung en relación a sus arquetipos.
La meditación activa inducida a partir de la creación de mandalas, actúa de manera distinta de persona a persona, modificando emociones, pensamientos, recuerdos e imágenes, clarifica y ordena permitiendo controlar mejor los impulsos y equilibrando el razonamiento y los procesos mentales de ambos hemisferios del cerebro.
Además de lo anterior, es importante recordar que los colores actúan como activadores de la energía corporal y que favorecen el funcionamiento orgánico a través de los chakras (o centros de energía) ubicados a lo largo del cuerpo humano. Es decir, que contamos en nuestro cuerpo con siete mandalas de la misma forma que tenemos a nuestra disposición los colores del arco iris.
Para concluir, es importante destacar los beneficios que se obtienen al realizar mandalas, siendo el más inmediato y notorio, la relajación.
Los mandalas ayudan a mejorar la concentración y la memoria
Promueven el desarrollo de la paciencia y la constancia
Fomentan el orden y la estructura y son excelentes aliados en la enseñanza de las matemáticas y la lectoescritura.
Cuando se utilizan en la meditación pasiva, ayudan a estimular la toma de consciencia y a encontrar la conexión espiritual.
Ayudan a estimular y/o desbloquear los centros de energía o chakras del cuerpo humano.
Apoyan el entendimiento del entorno y de los puntos de referencia.
Estimulan la sensación de pertenencia.
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